Cinco consejos para una buena convivencia entre niños y perros
No hay estampa más fotogénica que la de un bebé o un niño pequeño paseando a una mascota casi más grande que él (cuando no, directamente, más grande). Y no sólo es fotogénica: un estudio reciente publicado en la revista científica Pediatric Research aseguraba que los menores que conviven con perros tienden a experimentar un mayor bienestar social y emocional que aquellos que no tienen esa oportunidad.
La convivencia entre perros y niños, no obstante, hay que trabajarla para que sea capaz de proporcionar ese bienestar a todos los implicados en la familia. A los niños, por supuesto. Pero también a los perros y a los adultos, para que éstos últimos puedan respirar tranquilos por la relación de cariño y respeto mutuo instaurada entre sus mascotas y sus hijos.
En ADN Canino os ofrecemos en este post cinco consejos para una sana convivencia entre perros y niños:
1. Respeto mutuo: la base de toda relación es el respeto y esa característica no puede faltar tampoco en la relación entre humanos y mascotas. En ese sentido, es importante hacer un especial hincapié en el respeto hacia los perros, ya que no es extraño ver a padres que permiten que sus hijos hagan todo tipo de tropelías a sus mascotas. Por eso es fundamental establecer límites para una relación equilibrada y sustentada en el respeto mutuo.
2. Observación y supervisión continua: muy relacionadas con el anterior punto, la observación y la supervisión son imprescindibles para corregir malos comportamientos y estar atentos al lenguaje corporal del perro. Sobre todo cuando los niños son más pequeños es importante que siempre haya un adulto supervisando la relación de éstos con sus mascotas.
3. Los lazos se crean a fuego lento: Muchas veces tenemos prisa porque nuestro perro acepte y tome en estima a nuestro hijo recién nacido. Error. Las relaciones, también entre perros y niños, se cocinan a fuego lento, por lo que es importante no presionar a nuestra mascota para que interactúe con el nuevo miembro de la familia. Y lo mismo sucede si adoptamos un nuevo perro que, en principio, se muestra reacio a relacionarse con los niños de la casa. Respeto a los tiempos.
4. Un espacio propio: «Una mujer tiene que tener dinero y una habitación propia para poder escribir novela», escribía Virgina Woolf en uno de sus ensayos más conocidos, ‘Una habitación propia’. Un perro no va a escribir una novela, cierto, pero también necesita su “habitación propia”, su espacio de privacidad en el que aislarse cuando, por el motivo que sea, no quiera convivir con los humanos del domicilio o esté cansado de la demanda incansable de juego de los pequeños.
5. No molestar: se come, se duerme: Este último punto tiene mucho que ver con el respeto, pero no está de más dedicarle un epígrafe propio. A los perros y a los gatos, como a nosotros los humanos, no les gusta que se les moleste mientras comen o duermen, por lo que pueden ponerse más agresivos. Es importante enseñar a los niños desde pequeños esta norma básica de convivencia.