Hace poco leíamos con ternura en la web de La Voz de Galicia la historia de Isabel y Sara, dos niñas de solo 8 años que habían iniciado por propia voluntad una campaña en Caranza (Galicia) que consistía en señalizar las heces de los perros abandonadas sin recoger en las calles del municipio para «ver si a los dueños les da vergüenza y las recogen».
Esta tierna iniciativa no es nueva. La han llevado a cabo muchos ayuntamientos. También otras similares, muchas con elementos llamativos que no tardan en llamar la atención de los medios de comunicación, como cacas hinchables gigantes que se despliegan en las plazas de los pueblos para concienciar a la población. A la hora de la verdad y pasada la fiebre de la noticia, desgraciadamente, la verdad es que estas campañas sirven de poco y no logran reducir el número de heces abandonadas en las calles. ¿Por qué? Porque toda campaña en este sentido, incluso las más agresivas que amenazan con multas desproporcionadas, está condenada al fracaso si no va acompañada del poder disuasorio de ADN Canino.
La prueba es que, ante estas estrategias a todas luces poco efectivas, hay un grupo de ayuntamientos cada vez mayor que han optado por otra alternativa que se está demostrando mucho más eficaz: nuestra herramienta de censo genético canino.
Con ella no hay que invertir tantos esfuerzos y tantos recursos económicos en intentar concienciar una y otra vez a los vecinos. Tampoco amenazar a los ciudadanos con multas escandalosas. Basta con poner en marcha nuestra herramienta para conseguir que las heces de perro dejen de ser percibidas por los vecinos como un problema.
La prueba es que la mayoría de los municipios que tienen instalado nuestro sistema en sus ordenanzas municipales no necesitan amenazar con grandes multas para ver cómo en sus calles se reduce la presencia de heces de perro en un 80%, que se dice pronto. ¡Hacemos desaparecer 4 de cada 5 cacas! Y el secreto es muy sencillo: el hecho de que los perros estén censados genéticamente hace que sea muy fácil dar con el propietario que no haya recogido la hez de su perro y sancionarle.
El nuestro es cuento de lobo con lobo. Pero un lobo que no se caracteriza por su agresividad, sino por su eficiencia. Multas, sí. Pero, sobre todo, eficacia. Porque el objetivo último, como no nos cansaremos de repetir, es concienciar a la población de la necesidad de recoger las heces de sus perros para disfrutar de un municipio libre de heces poniendo el menor número de multas posible. Y no hay mejor herramienta para generar conciencia que el poder disuasorio de ADN Canino.