Tener un perro es tener salud (física y mental)
Tener un perro es sinónimo de mejor salud física y mental. Y no es algo que digamos nosotros o una afirmación que nos saquemos de la manga como si fuésemos ilusionistas. Todo lo contrario. Los datos de diversos estudios científicos así lo vienen demostrando una y otra vez desde hace muchos años.
Sin ir más lejos, el estudio ‘PDSA Animal Wellbeing Report 2019’ concluye que el 91 por ciento de las personas de entre 18 y 34 años que tienen un gato o un perro afirman sentirse menos solas. En el caso de los perros, además, esas personas manifiestan haber aumentado considerablemente la frecuencia de las interacciones sociales, fomentando su inclusión social.
Esa repercusión de los perros en las posibilidades de socialización y en la sensación de compañía tienen consecuentemente un impacto en la salud mental de sus propietarios, independientemente de la edad de éstos. En los ancianos, por ejemplo, tener una mascota proporciona compañía, la sensación de un propósito y reduce la soledad. Mientras que en el otro extremo, en el caso de los jóvenes estudiantes, interactuar con un perro tiene beneficios como la reducción de la ansiedad, así como una mayor concentración, lo que, en consecuencia, supone la mejora de los resultados académicos.
El impacto en la salud mental de las mascotas es algo muy conocido, pero no tanto sus beneficios para la salud física derivados de una relación muy simple: tener perro obliga a sacarlo a la calle varias veces al día y, por tanto, a caminar con él. Y caminar es salud. De hecho, ¿sabías que, según datos del estudio ‘PDSA Animal Wellbeing Report 2019’, ser dueño de un perro se asocia directamente a una reducción de un 24% del riesgo de cualquier causa de morbilidad?
Beneficios saludables desde la más tierna infancia
Los beneficios de tener un perro en el ámbito familiar se ven reflejados también en los niños de forma casi inmediata. Así lo han confirmado recientemente un grupo de investigadoras del Departamento de Psicología de la Universitat Rovira i Virgili (URV), que quiso determinar a través de un estudio si los niños que viven con perros en casa muestran un desarrollo social y emocional más avanzado que aquellos que no tienen mascota.
Según los datos del estudio, que ha realizado un seguimiento de 120 niñas y niños de entre tres y cinco años, la conclusión es clara: tener un perro en casa incrementa de forma significativa el desarrollo social y emocional de los niños.
En el estudio se evaluaron competencias concretas, como la capacidad de interacción entre niños y adultos, la expresión de los sentimientos, lo que se conoce como self-image ( la imagen que cada niño tiene de si mismo) o la capacidad de interacción y de colaboración. En todos los aspectos estudiados se hallaron diferencias entre los niños y niñas que conviven con perros y los que no, siendo los resultados más positivos en el caso de los primeros. Las principales diferencias entre niños que conviven con perros y los que no son, no obstante, se encontraron en la capacidad para la expresión de sentimientos» y en la denominada como «área de colaboración».
En ese último sentido, las investigadoras recuerdan que los perros “requieren consenso y cooperación en los cuidados que precisan» y que, además, tienen una gran capacidad para unir a la familia, aportar cohesión y armonía y mejorar la comunicación en el hogar.