Un perro da la felicidad
Cada 20 de marzo desde el año 2013 se celebra el Día Internacional de la Felicidad, una fecha marcada en rojo en el calendario, desde su instauración como efeméride por la ONU, para destacar la importancia capital que tiene la felicidad en el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos. El origen de esta efeméride se encuentra en el Reino de Bután, un pequeño país asiático con menos de un millón de habitantes situado en la cordillera del Himalaya.
Al Rey que gobernaba Bután hasta la instauración en 2007 de la Monarquía Parlamentaria, Jigme Singye Wangchuck, se le ocurrió en 1972 que la mejor herencia que podía dejar a sus ciudadanos era la felicidad. Por ello inventó el concepto de Felicidad Nacional Bruta (FNB) -en oposición al término económico de Producto Interior Bruto (PIB)-, que se sustenta en cuatro principios: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno. Hoy ese concepto de Felicidad Nacional Bruta, que mide nueve indicadores para su cálculo (Bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y Gobierno) es utilizado en muchos países como referencia para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Todo esto está muy bien, diréis, pero aquí hemos venido a hablar de perros. Y tendréis razón, pero las cosas hay que contextualizarlas para que se entiendan… Vamos pues con los perros. Seguro que os estaréis preguntando que qué demonios tienen que ver los perros con el concepto de Felicidad Nacional Bruta desarrollado por Jigme Singye Wangchuck. La respuesta es mucho. No en vano, y así lo demuestran los estudios científicos, los canes tienen un impacto muy importante en uno de los indicadores del FNB, el bienestar psicológico de la población.
Según los resultados de la Encuesta Social General (GSS por sus siglas en Inglés) realizada por la Universidad de Chicago y cuyos resultados ofrecen perspectiva clara e imparcial sobre lo que piensan y sienten los estadounidenses, el 36% de los dueños de perros concluyeron estar «muy felices» y sentirse “muy satisfechos con sus vidas”. La cifra es bastante superior a la de quienes no poseían perros. Por ejemplo, en el caso de los dueños de gatos, esa cifra descendía hasta la mitad (18%).
Estos resultados, claro está, no salen de la nada ni son fruto de la casualidad. Como ya comentamos en otro post, tener un perro tiene múltiples beneficios para la salud mental y una buena salud mental, en última instancia, tiene un impacto directo sobre nuestra percepción de la felicidad. Un estudio liderado por científicos de las Universidades de Manchester, Liverpool y Southampton así lo confirmaba. Tras hacer una revisión de más de 8.000 artículos con base científica dedicados al tema, la conclusión fue clara: los perros ayudan a sus propietarios a manejar mejor sus sentimientos y, además, les proporcionan una poderosa distracción del estrés.
Si a eso añadimos otros beneficios investigados y confirmados de tener perro (incremento de la vida social, disminución de la sensación de soledad, mejora de la autoestima, potenciación del ejercicio físico) tenemos una ecuación que no falla y que ni si quiera Jigme Singye Wangchuck discute: un perro acerca a sus propietarios a la felicidad.