Cinco grandes poemas dedicados a los perros

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Hace ya bastante tiempo dedicamos en este mismo espacio un post a cinco novelas en las que los perros son protagonistas principales. Hoy, aprovechando la celebración del Día Mundial de la poesía, queremos hacer lo propio con la literatura en verso, por lo que hemos estado indagando para encontrar poemas dedicados por los grandes maestros de la poesía al considerado como mejor amigo del hombre.

Perro, por ejemplo, se titula este potente poema del gran Charles Bukowski (1920-1994) que compartimos a continuación con todas y todos vosotros:

Un solo perro,

caminando solitario sobre una acera caliente del

verano,

parece tener el poder

de diez mil dioses.

¿Por qué es así?

Un perro ha muerto, por su parte, se titula un precioso poema del chileno Pablo Neruda (1904-1973). Compartimos a continuación los últimos versos de un poema bastante más largo que sirvió a Neruda para despedirse de su amado can.

Alegre, alegre, alegre

como los perros saben ser felices,

sin nada más, con el absolutismo

de la naturaleza descarada.

No hay adiós a mi perro que se ha muerto.

Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.

Ya se fue y lo enterré, y eso era todo.

También dedicó una larga elegía a la muerte de un perro el poeta Miguel de Unamuno (1864-1936). Reproducimos aquí sus versos finales:

Descansa en paz, mi pobre compañero,

descansa en paz; más triste

la suerte de tu dios que no la tuya.

Los dioses lloran,

los dioses lloran cuando muere el perro

que les lamió las manos,

que les miró a los ojos,

y al mirarles así les preguntaba:

¿adónde vamos?

Rafael Alberti (1902-1999) escribió un bonito poema a su perro Niebla. Compartimos aquí alguno de sus versos:

«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,

el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,

los largos resplandores que por el monte dejas,

al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.

(…)

«Niebla», mi camarada,

aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,

en medio de esta heroica pena bombardeada,

la fe, que es alegría, alegría, alegría.

Y no podemos cerrar esta selección sin citar al poeta, escritor y periodista Rubén Darío (1867-1916), que escribe en su poema Abrojos LVI seguramente algunos de los versos más emblemáticos dedicados al mejor amigo del hombre. Compartimos a continuación el poema en su totalidad:

Tengo de criar un perro,

ya que en este mundo estoy.

No me importa lo que sea,

alano, galgo o bull-dog;

lo quiero para tener

un tierno y fiel queredor

que sonría con el rabo

cuando le acaricie yo;

para que me ofrezca todo

su perruno corazón,

y gruña a quien me amanece

y se alegre con mi voz;

y para si me da el cólera

y huyen de mi alrededor,

juntos, parientes y amigos,

que nos quedamos los dos:

yo, cadáver, como huella

de una vida que pasó;

él lanzado tristemente

sus aullidos de dolor.

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